El fútbol llora: "Gracias por tanto Miguelo"

Respetado y querido en cada lugar que jugó y dirigió. Siempre con su amplia e iluminada sonrisa. A los 69 años, Miguel Russo falleció para empezar a ser eterno.
Por Julián Clingo
El partido termina. Se ganó, se empató o se perdió. Se mereció o no. No importa. Aparecerá él. El de los trajes para los momentos de gala, como pide su escuela, el que ganó una Libertadores pero ni te acordás, el que supo aggiornar sus estrategias desde hace más de 40 años, el que vive a través de los lugares comunes. El hombre que, quizás, mejor definió al Diego: “era algo distinto, informal y natural”. Ama a su gente, quiere estar rodeado de amigos y trata de quedarse con los mejores recuerdos de cada persona. El hombre de los lugares comunes. El se encargará, depende el contexto, de bajar cualquier tipo de ansia.
Alumbrará la escena con su sonrisa y soltará: “Son decisiones”, o “son momentos”. La poca profundidad ya clásica en los periodistas que alaban ( y facturan) su propia ignorancia se burlarán, lo tomarán como un chiste, como un decir, que no guarda otra cosa más que sacarse de encima la jugada. Lejos de eso, Russo, con un ¿lugar común?, explica al fútbol. A los técnicos. A los humanos. A la vida. Cada decisión que tomamos, forma parte de un momento, y sólo el tiempo, a partir de estas acciones depararán nuestro destino. A veces, por más trillados que parezcan, algunos “lugares comunes” guardan más sabiduría que cualquier pituco de moda. Quizás, y tan sólo quizás, en algunos casos, habría que replantearnos en qué registro está nuestro lugar común, porque de haber más como los de Russo, el fútbol, y todo lo que conlleva eso, sería mucho mejor. Porque el fútbol terminará. se ganará, se empatará o perderá. Se merecerá o no. Pero ya no importará.
